Los padres que representamos en nuestros esquemas mentales no suelen sorprendernos por su capacidad creativa, por su visión innovadora, por su talante replanteador e imaginativo. No, ellos no. Los innovadores en nuestro universo prefijado y lleno de etiquetas se llaman Tom Peters o Steve Jobs, o Ouka Lele o Mariscal. No es que ellos no lo sean, que lo son. Pero todo podemos gustar con sorpresa de los hallazgos corrientes que la vida cotidiana y que nuestros seres queridos cotidianos nos traen.
Me llamaba hoy mi padre para contarme que han sacado al mercado unas bolsas de plástico que puedes sellar a través de un dispositivo de absorción de aire y así evitar que la mitad de la lechuga que no consumiste se estropee y haya que tirarla. Esto me ha llamado poderosamente la atención pues algo que no me gusta de la vida moderna es tener que tirar la comida.
Lo que he aprendido es que cuando tienes la mirada descongestionada de ideas preconcebidas, también tu padre y, fíjate lo que digo ¡incluso tu jefe! te pueden aportar ideas novedosas que nos hagan la vida un poco más interesante.
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