martes, 25 de mayo de 2010

Soy el amo de mi destino...

...soy el capitán de mi alma.

Estos versos pertenecen al poema "Invictus" de William Ernest Henley que sirvieron de faro a Nelson Mandela en los 27 años que pasó en la carcel en Robben Island.

En un artículo publicado por Juan Carlos Cubeiro y José Antonio Sáinz en Revista de Comunicación se desgranan a partir del libro escrito por John Carlin, El Factor Humano , sobre el liderazgo de Mandela, las habilidades del líder más auténtico y genuino de nuestro tiempo:

1. La esperanza la elegimos cada uno de nosotros
Cuando Mandela se hace cargo de la presidencia, pocos apuestan por que haga un gran trabajo. El escenario más probable es la guerra civil, un entorno lo más cruento posible y la división del país en dos mitades, una para los blancos y otra para los negros. Pero él imagina, sueña, desea otro escenario. El de la integración, la reconciliación, el perdón. Y para ese horizonte trabaja. Por ello, frente a las presiones, evita que la selección sudafricana de rugby (un deporte de blancos, con solo un jugador negro) pierda su nombre, su atuendo, su identidad. Habla con el capitán del equipo. Se viste con la gorra de los Springboks (el que era el equipo de sus carceleros). Y pone toda la carne en el asador para que negros y blancos apoyen al equipo.

2. El liderazgo parte de la inspiración
Memorable la escena (que ocurrió realmente), en la que el presidente Mandela invita al capitán François Pienaar a tomar el té al palacio presidencial. Hablaron de liderazgo, del valor del ejemplo y Mandela le preguntó al capitán cómo conseguía que los miembros de su equipo dieran lo mejor de sí mismos. El valor de la inspiración, a través de un poema como “Invictus”, de un cántico tan sudafricano como el “Shosholoza” (en la final, tras interpretar los neozelandeses su famosa “Haka”, 65.000 gargantas cantaron al unísono una canción tan propia del país), de la imagen de un presidente negro vestido de “springbok”.

3. La importancia de la serenidad
Mandela tenía muchos motivos para perder la calma, pero sabía como líder que la venganza, el odio, la espiral de violencia no llevaban a buen puerto. Supo utilizar muy inteligentemente los tiempos y evitar la confrontación. Es admirable el discurso a la nación tras el asesinato de Chris Hani por los servicios secretos racistas. Un discurso presidencial de Mandela antes de que fuera Presidente de la Nación:

“Esta noche estoy buscando alcanzar a cada uno de los sudafricanos, negros y blancos, desde lo más profundo de mi ser. Un hombre blanco, lleno de prejuicios y odio, vino a este nuestro país y cometió una obra tan terrible que toda nuestra nación ahora se tambalea al borde del desastre. Una mujer blanca, afrikaner, arriesgó su vida para que podamos conocer, y traer a la justicia, a este asesino. El asesinato a sangre fría de Chris Hani ha enviado olas de shock a través del país y del mundo…
Ahora es tiempo para todos los sudafricanos de pararnos juntos contra esos que, de cualquier parte, desean
destruir aquello por lo que Chris Hani dio su vida: La libertad de todos nosotros”.

4. La empatía alcanza en Mandela un nivel superior
No es solo “tratar de entender al otro”. Va mucho más allá: conocer su lengua, sus costumbres, su forma de pensar y de actuar. El máximo respeto por cada ser humano,haciéndole sentirse muy importante. Vemos en la película cómo Mandela convoca a los que trabajaban en la oficina presidencial antes de las elecciones del 94 y les ofrece trabajar con él y con su equipo, sin resentimientos; cómo se aprende las caras y los nombres de los jugadores de la selección nacional de rugby… Mandela escucha atentamente a todo el mundo y aprovecha sus ideas, de forma que la decisión parece por consenso y la ejecución cuenta con mucho mayor compromiso.

5. La suprema libertad
Para Nelson Mandela, en Robben Island y como Presidente, “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y nuestro poder para elegir la respuesta. De esa respuesta depende nuestro crecimiento y nuestra felicidad”. En momentos de crisis como los actuales, en los que muchas
personas se sienten “encerradas” angustiosamente en lo que no se puede (conseguir un puesto de trabajo, salir adelante, llegar a fin de mes), Mandela solía repetir que su cuerpo estuvo en la cárcel (27 años, nada menos), pero su mente nunca estuvo cautiva. La libertad es el bien supremo. La dignidad es innegociable.

Creemos que testimonios como éste deberían convertirse en núcleos neurálgicos para la  reflexión en las Escuelas de Negocios donde se forman los futuros directivos del mundo.

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