Eso es lo que hacía todos los días Chester Greenwood, patinaba después del colegio en un pequeño estanque cerca de su casa, hasta que oscurecía o hasta que sus orejas se quedaban heladas. Pero Chester, harto de tener que dejar de patinar porque se le congelaban las orejas se propuso solucionarlo. Con la ayuda de su abuela, un poco de alambre, tela y algodón construyó un aparato para colocarse en la cabeza. Entonces una tarde apareció con su nuevo invento en el estanque en el que se reunían sus amigos para patinar. Sus amigos no podían parar de reírse y le ridiculizaron durante toda la tarde, lo llamaban una y otra vez "orejas de alce". Fue entonces cuando llegó el momento en el que el sol se ocultó y los amigos de Chester, sin poder aguantar más el frío, tuvieron que marcharse a casa. Chester, en cambió, pudo quedarse a patinar un buen rato más.
Si ahora, con estos fríos, miráis a vuestro alrededor, veréis que el invento de Chester está de última moda, ¡son la orejeras!
Chester con tan sólo 15 años fue capaz de crear algo completamente nuevo, que aunque al principio no fuera del todo aceptado, en la actualidad, salva muchas orejas de la congelación. Pero a lo largo de su vida Chester no se conformó con la creación de las orejeras, también patentó una tetera, un rastrillo con dientes de acero y más cosas. Y desde 1977 se celebra en el estado de Maine el día de Chester Greenwood, realizando un desfile el primer domingo de diciembre en el que las patrullas de la policía local y carrozas gigantes salen a la calle decoradas con enormes orejeras.
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